EL SILENCIO QUE NO CALLA

 


EL SILENCIO QUE NO CALLA

 

Allá donde hubiera ausencias

hay ahora silencios,

y donde silencios, ruido;

el ruido mutó en vociferación,

y nuestras pobres almas

que no anhelaban

mas que paz ausencial

de la no existencia,

se vieron miserablemente

expatriadas del cuerpo,

para errar por las rocosas

moradas de la soledad.

 

Siempre luchando contra el deseo

de lanzarse al vacío

para sentir el crepitar

de la atomicidad del aire

en un momento total

capaz de la luz.

 

Recorriendo las estancias

de la caverna del alma,

fundiendo la esperanza

de un mañana mejor

con el duro ahora,

y recibiendo el bautismo

de la rejuvenecedora palabra,

aquella que todo lo expresa

sin sonidos, sin silencios, sin ausencias.

 

Aprendiendo a sentir tu llamada

en la verticalidad de mi pensamiento,

navegante de mares etéricos,

saciando los deseos

en el gozoso éxtasis

de tu ausencia temporal,

y sirviendo a tus intereses terrenales.

 

Heme aquí, señor, esperando tu acogida

sobre esta piedra dura

que creaste para mi,

con los oídos llenos de mundo

y el alma vacía de ti.

 

Aprendiendo a amarte,

pero alejándome de ti,

aprendiendo a odiarte

y alejándome de ti,

acercándome al espíritu

para sentirme materia,

cantándote alabanzas

de palabras de insulto,

y bebiendo del tiempo

que embriaga mis sentidos.

 

Veo tu imagen reflejada

en incontables espejos cristalinos

y recorro tus senderos

conquistando territorios

que me dan conocimiento

del opuesto de ti.

 

Pues aun no sabiendo nada de ti,

se mucho de tu contrario,

y sabiendo de él, sé de ti,

pues no eres mas que eso que no es,

y aun eso no es,

que todo conocimiento de ti,

es pura falacia de penitentes

golpeadores de pechos.

 

La hipocresía creó para

el culto a la personalidad

templos, imágenes y credos;

santos, beatos y gurús

alaban tus virtudes,

curas y creyentes esgrimen

sus afiladas espadas

en defensa de tu palabra ignorada,

pero yo no creo en ellos,

ni en mi, ni en ti,

amado y amante, un solo ser.

 

Descalzo de pies y alma

me entrego al goce del perfume

que desprende el amrita

que tu propicias,

y te hallo en la flor, el canto del río,

en el sueño que me adormece,

en el vértigo de la altura

de la montaña himaláyica,

en la trova del poema.

 

La piedra se torna pan

y el aire camino,

y con el pan y el camino

viajamos buscando

la acariciadora nana

que adormezca nuestras ganas

y nos despierte capaces

de ofrecernos en el último abandono.

 

 

 

 

 

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