VIAJANDO

Frente
a mi visión
los
últimos fotogramas
de esta
excelente representación
que
llega a su fin.
Ya todo
queda atrás,
en
nuestra memoria,
almacenado
en imágenes
fuertemente
impactadas
en
nuestra conciencia.
Aquellas
escenas que no
tuvieron
la fuerza suficiente
para
ser retenidas,
quedan
ya en el olvido.
La
atroz voracidad del tiempo
engulle
de inmediato
aquellos
acontecimientos
que
nuestra voluntad
no hace
el esfuerzo de retenerlos.
Miles
de seres anónimos
con los
que nos cruzamos a diario
son
ahora una nebulosa
apenas
perceptible en el recuerdo.
Atrás
quedan Ajanta y Ellora,
capaces
de despertar de su sueño
a
aquellos que perdieron la fe
en
nuestro hermano humano.
La
plácida laguna de Puchkar
que nos
obsequió con la
calida
frescura de la amistad,
largas
y amenas tertulias,
cenas
en la nocturnidad
de un
jardín embellecido
por la
calidez de las velas
y
sensuales susurros musicales
acariciando
nuestras palabras.
Manali
estalló en el centro
de
nuestra espiritualidad
donde
la centella prendió
incendiando
nuestra conciencia,
el
espíritu brotó del alma,
y el
alma exaltada
cantó
todas sus canciones.
El amor
a la amistad nos abrazó
como lo
hacen dos cisnes
sobre
las aguas del estanque divino.
El
valle se engalanó para recibirnos
con sus
mejores ropajes,
colmando
nuestros ojos
de
visiones astrales solo visibles
a
quienes no precisan verlas.
Hidimba
acudió a nuestro encuentro
vestida
de diosa arbórea,
al
verla comprendí la locura de amor
que
arrebató los sentidos de Bhima,
el mas
fuerte de entre los hombres de la tierra.
No nos
faltó el cobijo de los hermosos
y
majestuosos cedros milenarios,
que
serenos, nos contemplaban
sonrientes
y complacidos.
En el
horizonte, las blancas montañas
se
hermanaban con el cielo,
donde
los devas entonaban
alabanzas
a su Señor Shankara.
¡Que
dura fue la partida,
y
cuantos amigos quedaron atrás!.
Bábaji
se espejeaba sobre el valle
donde
el amor hermano se hospedó,
obsequiándonos
con su calidez
en la
ciudad de Palampur.
Ascendimos
hasta Mcleod Ganj
compartiendo
con el pueblo exiliado
sus
anhelos, tristeza, codicia,
dialéctica
y tesón irrenunciables.
Madre
Párvati nos recibió
rodeada
de sus hijos mas queridos,
Yudishtira,
Bhima, Aryuna, Nákula y Sahadeva,
quienes
nos mostraron el vértice de la vida,
donde
tomamos el té hermanados.
Mi amor
hacia ello es antiguo,
y
embriagado por su presencia
con
gusto habría desencarnado,
pero el
aliento volvió a mis pulmones
rescatándome
de tan bella visión.
Ascendiendo
de nuevo al palacio desubicado,
rodeamos
el pequeño universo budista
hasta
vencer nuestra curiosidad
cien
veces desvanecida.
Los
abejarucos aletean nerviosos
mientras
su madre otea las fronteras
en
busca de un descuido del gran depredador,
pero el
águila vuela segura.
La
amistad nos recibió
nuevamente
en Patankot
vistiendo
la mesa de fiesta,
no
faltó ni el más delicioso
de los
chocolates caseros.
Delhi
me arrebató a mi amigo amado,
pero la
populosa ciudad ignora
que
conozco el hábitat de mi amado
y
pronto recuperaré su presencia.
Las mil
caras de Dios me aguardaban
en la
hermosa y anciana Hampi,
donde
todos sus ojos me vieron
desde
sus miles de cuerpos.
Las
acacias me ofrecieron generosas
su
sagrada sombra,
mientras
el camino me condujo a Anegundi,
donde
reposé fuera del espacio y el tiempo.
Main
temple me sentó sobre sus piedras
y
acunándome con una nana antigua,
me
adormecí sobre el regazo de mi madre.
Los
ciento ocho cielos de la divinidad
dejaron
caer sus protectores velos
mostrándose
desnudos ante
mi
serena mirada.
Tuve
que partir a pesar de mis deseos,
para
encontrarme con el gran mar oceánico,
donde
Bogmallo me entregó su bien más preciado,
su paz,
sus delfines y su tiempo.
La gran
Bombay intentó tragarme,
pero no
fui un bocado grato
para
quien gusta depredar
ansiedades
y prisas.
Un
último té en Doha
puso
fin a este hermoso viaje.
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