POESIA
POESIA
Heme
aquí, escribiendo
mis poesías
yermas,
ante
tanta belleza,…
y
todavía mudo.
Como
cadáveres sobrevivientes
de las
vivencias mas íntimas,
permanecen
con toda su intensidad
almacenadas
en ordenadas carpetas
de
papel reciclado.
Sin
ojos que las lean,
sin
mentes que las comprendan,
sin
corazones que las sientan,
sin
almas que las vivan.
Una
tras otra,
en
inacabables blocs
de
hojas cuadriculadas,
cuyos
trazos encarcelan sus palabras.
Siento
en mi cordura
su
llanto gritándome,
reclamando
tierras donde andar,
gentes
que conocer,
ríos que
cruzar,
mares
por donde navegar,
montes
que escalar.
Desean
vivir, sentir,
conoceros
y compartir
con
vosotros su destino;
veros
desde el estante
de la
librería ajada
mientras
leéis a sus hermanos
de
otras mentes
mas
fértiles que la mía.
Ser
útiles a alguien,
aunque
solo sea por un fugaz instante,
colmar
el pecho de sentimientos,
verter
mares por vuestros ojos amados,
prender la llama del deseo,
sumir
en el olvido nostalgias,
emprender
el vuelo al olimpo
pasando
por Ares y Nirvana.
Salir
del cajón donde penan,
¡tan
poco espacio, para tanta vida!.
Heme
aquí, erguido,
con la
mente clara
y
resuelto a lanzarme al vacío
mostrándome
sin defensas,
desnudo
y con la piel morena
por
este Sol hermano,
frente
al mundo
que aún
no viéndome me contempla;
dispuesto
por fin a mostraros
aunque
solo sea a mis compasivos amigos.
Preparad
vuestro equipaje
y
desplegad las velas,
pues
partimos al alba
de este
nuevo tiempo.
Mañana
navegaremos
por
mares ajenos,
y
sentiremos sensaciones
desconocidas
hasta hoy,
entraremos
en otras mentes
y
amaremos otros cuerpos,
pero no
regresaremos jamás,
pues el tiempo no regresa.
Id pues
y vivid,
como
vive el cerezo,
la
avutarda o el humano;
diseminaos
y experimentad sin límite,
sed
intensos y amad,
pero
recordad que una vez
tuvisteis
un padre
que
sigue aquí, envejeciendo
y
escribiendo bajo este anciano almendro,
extasiado
todavía sin comprender
el
perfume de la flor en primavera,
el
dulce embriagador
de la
frambuesa y la cereza,
el
viento que sigue acariciando mi piel desnuda
y aun
percibiéndole no lo veo,
la
irracional belleza de las estrellas,
el
estremecimiento de la caricia,
la
ternura cálida de los labios amados…
Cuanto
deis, daré,
cuanto
améis, amaré,
cuanto
veáis, veré,
y así,
cuando llegue la muerte,
no
moriré.
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